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SE OFRECEN PRUEBAS GRATIS

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Steve Cordon • Jun 01, 2021

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Se Ofrecen Pruebas Gratis

Seguro todos saben que la presente situación sanitaria que vive el mundo ha hecho muy popular la frase “hacerse la prueba”. En inglés se habla hasta la saciedad sobre la necesidad de los “tests” (exámenes) para descartar la presencia de este virus atroz. Las estadísticas son alarmantes sobre personas alteradas emocionalmente por el temor al resultado positivo de “la prueba”. Hay millones de personas con el virus, pero hay otras muchas con depresión y miedo ante la posibilidad de estar en la cifra de los infectados que no logran recobrar la salud y mueren. Otros prefieren no hacerse la prueba porque les parece mejor no saber cuán vulnerables pueden ser ante aquello que amenaza su vida.


Lo cierto es que la presente pandemia ha puesto a prueba el sistema de salud mundial, la hegemonía de los gobiernos sobre los pueblos, la confianza que el rico siente en su dinero y la capacidad de los científicos más inteligentes. Pero, más que ello, ha puesto a prueba la estabilidad de los seres humanos sobre la tierra. Ahora sabemos un poco mejor que un organismo invisible y microscópico, se puede comer, sin ser detectado, las grandes economías del planeta, quitar el trabajo a los obreros, detener masivamente el tráfico aéreo en el mundo, desbordar los centros de salud de la tierra, destruir la reserva económica de las familias, producir hambruna y, hasta cambiar momentáneamente a los pastores la manera como ejercemos el santo ministerio.


Ahora todos en el orbe sabemos mejor que el futuro no está bajo nuestro control. ¡Cuántas lecciones importantes para la vida nos ha traído la presente virulencia! Pero, en medio de tanta frustración, ¡se ofrecen pruebas gratis! Dios no nos está cobrando dinero para entrenar nuestras convicciones.


Lo que ha hecho es llamar nuestra atención para que lo miremos otra vez de cerca. ¡Tantas veces él habrá sufrido que, debido a nuestra velocidad cotidiana, no nos hemos hecho la prueba para saber si todavía estamos en él. Me refiero a aquella que mencionó Pablo: Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2 Co 13:5). La idea central de ese texto es que no debemos esperar desaprobar los exámenes divinos para saber, entonces, que nuestra fe necesita revisión periódica.


A veces Dios permite sucesos en nosotros que nos traen de regreso a la mesa de la comunión con él. Por ejemplo:
El salmista le preguntó a Dios: ¿Por qué estás tan lejos de mi aflicción y de las palabras de mi clamor? (Sal 22:1). Esta fue una inquisitiva profética de David, pues apuntó a la cruz, donde Jesús preguntó agonizante: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Mt 27:46). La respuesta silenciosa a aquella interrogante dio evidencia que Jesús estaba llevando sobre su carne el pecado de todos nosotros. Si alguno tiene los síntomas que dieron lugar a aquella pregunta, es hora de verificar si en verdad ha roto los nexos con el pecado a través de la fe en Jesús. Para el verdadero cristiano la pregunta puede convertirse en un resultado revelador para hacerle ver que no es Dios el que está lejos, sino que debemos acatar esta recomendación: acercaos a Dios y él se acercará a vosotros (Stg 4:8). Nuestro Señor disfruta nuestra compañía. La Biblia dice que la oración de los rectos es su gozo (Prov 15:8). Cristo mismo prefiere tener amigos, son aquellos que hacen lo que él les manda (Jn 15:14).


O, si el estado de ánimo está por el piso, una prueba efectiva es preguntarle al alma: ¿Por que te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mi? Examinarnos así, nos puede ayudar a comprobar que Dios ha sido fiel en el pasado; por tanto, le podemos responder al alma abatida: Espera en Dios, porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío (Sal 42:5).


A veces, no tenemos síntomas previos de abatimientos en el alma, ni percibimos demasiado lejos a Dios. Pero, de repente, una ola embravecida golpea la seguridad de nuestra embarcación. En ese momento oscuro cuando nuestra fe no atina a ver la solución, es Cristo quien nos hace gratuitamente la prueba. Se la hizo a sus discípulos en alta mar, cuando su débil barca se anegaba ante la furiosa tempestad. Entonces, triunfante sobre la furia de las aguas, con palabras dulces y serenas, examinó los corazones de sus obreros: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? (Mt 8:26). En aquel examen el Señor no estaba midiendo el tamaño de la fe de ellos. Quería comprobar si la poca fe que tenían les era suficiente para seguir confiando mientras la vida parecía estar en peligro. Debemos recordar que cuando una vez le pidieron al Señor que les aumentara la fe, él no lo hizo. Les enseñó que si fuere ella tan pequeña como un grano de mostaza, bastaría para decirle a aquel sicómoro, desarráigate y plántate en el mar y les sería hecho (Lc 17:5,6). Así les dio la lección que nadie puede ostentar mover el mundo a su favor por cuán grande sea su fe, sino por tener, aunque sea una débil mirada, pero fija, en el Salvador correcto.


Cuando Cristo calmó la tormenta con solo una palabra, todavía la fe de sus discípulos era pequeña, pero con miradas sorprendidas sobre el poder del Señor, se preguntaron: ¿Qué hombre es este que aún los vientos y el mar le obedecen? (Mt 8:27). ¡Todavía se ofrecen pruebas gratis! Cristo no nos cobrará por dejarnos a veces convictos de nuestra incredulidad y por enseñarnos que siempre debemos confiar en él. Un examen que Jesús le hizo a Pedro también en medio de un mar turbulento, nos enseña de gratis que, en tiempos de recias tempestades, la única salvación está en mirar fijamente al Salvador (Mt 14:(305) 917-3480.


Aún los ministros de la Palabra sabremos en este tiempo, con qué material hemos edificado en la casa de Dios. Si sobre el fundamento ya puesto por Dios que es Jesucristo, hemos construido con oro, plata o piedras preciosas (1 Co 3:(305) 917-3480, el edificio de Dios permanecerá intacto. Esos metales representan la doctrina sólida de la Fe con que un pastor debe construir en la iglesia del Señor. Si un siervo de Dios ha hablado a su congregación de la Palabra de la Cruz, de Jesucristo y este crucificado (1 Co 1:18; 2:2), y, si más allá del afán de erudición, ha tomado la Biblia como su libro de texto, entonces, el fuego de la presente circunstancia volverá a hacer visible el rebaño reluciente y gozoso.


Amados siervos del Señor y hermanos de las congregaciones cristianas. Es ahora cuando debemos procurar presentarnos a Dios aprobados (2 Ti 2:15). Si el enemigo nos pregunta en medio de la prueba: ¿Aún retienes tu integridad? Debemos haber pasado victoriosos la prueba como para responder:¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? (Job 2:8-10). Esta es la mejor oportunidad para brillar; sí, ahora cuando las tinieblas son densas. Este es el turno concedido a los vencedores para confirmar su fe en la bendita Palabra. Si ella es lámpara para nuestros pies, es porque el camino tendría tramos oscuros cuando solo la Palabra sería nuestro consuelo en la aflicción (Sal 119:49,50, 105). Este es un espacio ideal para consagrar la vida a tal manera que, si ya Cristo está al venir, entonces, gozosos le digamos: Amén, si, ven Señor Jesús (Ap 22:20).


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